El retrato en la pintura y la fotografía
La
definición de retrato es muy variada a lo largo dela historia. Una
definición que me parece aceptable o digna de considerar es la de
Cynthia
Freeland, ella
establece
cuatro características específicas para que una representación
humana sea considerada un retrato: “Representación
de la apariencia, caracterizaciones
psicológicas, pruebas
de presencia o «contacto», manifestaciones
de la «esencia» o «aire» de la persona”.
El retrato a partir de la pintura en la historia, al menos del
siglo XVI al XVIII había estado muy de la mano de los poderosos,
esta posibilidad reducida para unos pocos les confería estatus; y
debido a esto, solamente se pudieron conservar de esas épocas
mayormente retratos de monarcas, generales, gente del clero, sectores
privilegiados, y en casos muy reducidos autorretratos de los propios
pintores, como en el caso de Velazquez, Boticcelli o Rembrandt, entre
otros.
Este último, es un ejemplo muy renombrado en cuanto a retratos
pictóricos. Rembrandt inicia su producción al rededor de 1625
trabajando para personas adineradas, entre ellos su suegro. Considero
destacable su trabajo justamente porque es una referencia inmediata
como icono del retrato, su pintura es elogiada por sus pinturas en
este género, es difícil que alguien no reconozca su pintura por sus
retratos específicamente; y también porque en lo personal me
parecen sumamente impactantes y conmovedores. En cuestiones técnicas,
especialmente en sus últimas pinturas, refleja una basta exploración
con los materiales y la capacidad matérica de estos. Gracias a esta
búsqueda logró una plástica y cromática muy rica en tonalidades y
matices; y más allá del color, la luz que emplea es absolutamente
importante. Los personajes en sus composiciones gozan de la intención
del pintor por desentrañar al personaje, capturar su actitud, el
estado de ánimo, su estatus, captar su esencia; y como complemento,
emplea su aportación a través de una serie de recursos muy bien
desarrollados, que nos hacen reconocer al estar frente a una de sus
pinturas, que ese trabajo, debido al uso de la luz, no lo pudo haber
hecho nadie más que él. Especialmente, reitero, la luz, con su
particular técnica llamada hoy en día, “El triangulo de
Rembrandt” que consiste en una zona del rostro iluminada y la otra
en penumbras. Dicha técnica ha sido interpretada por pintores y
fotógrafos a través de la historia, hasta la actualidad.
Desde sus inicios la fotografía se empleó al servicio de la
pintura para cuestiones técnicas en los proceso de producción, de
modo que ya no era necesario que los retratados permanecieran largas
sesiones posando frete al pintor, haciendo mucho más fácil este
trabajo y a su vez, la fotografía adquirió gran parte de la
estructura formal del lenguaje pictórico. Justo en ese momento, en
el que la pintura deja de replicar exactamente la realidad dejando a
un lado la ayuda de la visión directa natural, comienza a cobrar de
nuevo y mucho más profunda la importancia de la exploración
imaginativa, la aportación sensible del artista e interpretación no
solo de lo superficial, sino también del mundo interno del
retratado, que a su vez habla también de lo interno del mismo
artista; esto , concretamente a través de la plástica. Este
fenómeno se extendió hasta alcanzar niveles de síntesis de las
formas y abstracción incluso extremos, desde el impresionismo, el
cubismo hasta el arte abstracto, etc.
Un ejemplo de esta relación entre fotografía y pintura queda
documentado en las cartas que compartía Van Gogh con su hermano Theo
en cuanto a su producción. Le expresa lo siguiente:
“Estoy
haciendo un retrato de Madre para mí. No soporto la fotografía sin
color y estoy intentando hacer uno con un color armonioso, como la
veo en el recuerdo”. El autor recurre a la fotografía como
apunte de la memoria pero, a la vista de los resultados, parece
incapaz de ceñirse simplemente a este fin. Sus propios recuerdos,
sus vivencias, amplificados, desdibujados o próximos, crean una obra
personal.
Posteriormente, del mismo modo la fotografía se apropia de estos
valores, la cualidad de explorar terrenos propios de lo psíquico,
emocional y lo interno del ser humano de manera consiente y
premeditada. Esta dinámica simbiótica hasta la actualidad no ha
parado, este dialogar entre dos disciplinas al grado de incluso
perder los limites entre una y otra. Una exploración continua, esta
búsqueda por innovar en estas dos disciplinas que parecen
inagotables gracias a la evolución de la tecnología.
Concretamente en la historia de fotografía, así como en la
pintura, este valor por explorar recursos, me parece que es lo
destacable, esta aportación, una nueva mirada, en el sentido de ver
bajo otra luz una forma de hacer las cosas y retomar caminos
explorados por otras disciplinas desde un modo particular.
Enseguida, a partir de la observación del trabajo de una serie de
fotógrafos, destaco algunos recursos, herramientas, modos, que
emplean estos, que construyen su “lenguaje visual particular” y
que desde mi opinión personal, son valiosos en el sentido de que en
mi propio desarrollo podría tomarlos en cuenta para partir con esta
búsqueda, este aprendizaje:
Nadar, gracias a su trabajo como caricaturista, resalta
mucho los rasgos de la personalidad de las personas que fotografía,
de manera que parece “exagerar” ciertas facciones, revelando así
la esencia de cada personaje.
Julia Margaret Cameron
me parece que sus fotos provocan una sensación mucho más
melancólica, gracias a una especie de ambientación, un aura que es
perceptible en la apariencia general de la fotografía. Y a
diferencia de Nadar, todas las personas parecen tener casi la misma
expresión, mirada caída, o fija a la cámara pero débil, suave y a
la vez muy profunda.
August Sanders, en sus retratos el
encuadre a diferencia de los anteriores, se aleja y cobra cierta
relevancia el contexto en donde se encuentra el retratado, ahora
parece estar haciendo algo, una acción que da más información que
la simple expresión, la inclusión de objetos como un elemento
distintivo o informativo, me da la sensación de estar ante una
especie de catálogo de personajes que representan un contexto o una
actividad específica. Tienen una sola expresión, una actitud, y es
mucho más interesante lo corporal que facial.
Cecil Beaton, al
instante se puede notar que en la mayoría de sus fotografías es
importante la belleza física, una belleza específica, una búsqueda
de la belleza consensuada, que proviene de un sector y obedece al
canon de una época; incluso cuando retrata a la
Dame Edith Louisa
Sitwell, esa búsqueda de se nota, esta búsqueda de la belleza
en cuanto a los rasgos y objetos superficiales, la superficialidad de
los retratados, una belleza que salta a la vista de manera
instantánea y no hay que hacer una búsqueda profunda para
encontrarla.
Diane Arbus, en
este sentido también se interesa por lo superficial, pero al
contrario de Beaton la
búsqueda de su belleza no es convencional, no la encontraríamos en
una revista de moda normalmente. Su
punto de interés está centrado en el personaje y sus planos son
variados, no usa uno determinado como regla que deba reproducir para
lograr un determinado resultado, más bien se adecua al personaje de
manera más espontánea, de
la zona del cuerpo
que hay que destacar. Su interés es
el de mostrar que se
pueden retratar otras formas
de belleza no convencional.
Richard Avedon, en
este caso las expresiones faciales son totalmente variadas, me parece
que premeditadas
o inducidas. Los personajes se aíslan absolutamente en fondos
totalmente lisos, generalmente
claros o blancos.
La iluminación es muy
importante, su incidencia sobre la piel es tal, que tienden a
perderse los detalles en los rostros de los retratados, suavizan los
rasgos. Sus encuadres regularmente comienzan en el pecho.
En el caso de
Cindy
Sherman es una exploración de
la fotografía absolutamente premeditada, preparada, muy plástica y
pictórica, en donde es el atuendo o el maquillaje más importante
que el personaje que se fotografía, de tal suerte que la misma
fotógrafa se retrata a si misma en sus fotografías más destacadas,
a mí me provoca la
sensación de estar frente a
un maniquí, un pretexto
para mostrar distinta indumentaria.
En el trabajo
de
Berenice Abbot se
me complica un poco
más reconocer sus rasgos
particulares me parece un
tanto indefinido. Es
interesante la postura en la que se colocan los personajes que
retrata, casi siempre se pueden ver sentados y un encuadre de la
cintura o la rodilla para arriba. Juega
un papel fundamental y expresiva la colocación de los brazos, guía
la mirada hacia el rostro o le da dinamismo a la estructura
compositiva. De
Robert Mapplethorpe el
trabajo que más se destaca
tiene que ver con artistas
famosos, sus figuras emergen de fondos oscuros gracias a la luz. En
general maneja oscuros muy profundos y claros casi al grado de
desdibujar los rasgos del retratado. Y
por último me parece
bastante agradable la forma en que
Irving Penn genera
plastas negras de los cuerpos de sus personajes, casi
siempre vestidos de negro de
las cuales
emergen sus rostros o manos como
fragmentos recortados por la luz.